Personajes Alfonso Diez |
Durante los Juegos Olímpicos proliferaron los chistes de doble sentido en la televisión. Los especialistas son Eugenio Derbez y Víctor Trujillo. ¿Qué tiene de malo? ¿qué tiene de bueno? Mucha gente los ve y las televisoras complacen buscando el rating. Emilio Azcárraga Milmo decía que la televisión era para los jodidos y en cierta manera tenía razón. ¿Por qué el doble sentido? En un Personajes anterior quedó descrita la anécdota acerca de la pelea
entre el entonces director de la revista Proceso, Julio Scherer y el que fungía
como jefe de la policía de la Ciudad de México, Arturo Durazo Moreno, cuando
éste salía enojado de la comida en casa de Ángel Trinidad Ferreira. Lo esencial
es lo que sigue. Viene al caso para el tema que se toca.
Cuando el “general” se levantó molesto de la mesa, Trinidad hizo la seña
a su amigo Julio para que lo alcanzara, conforme al relato de este último en
uno de sus libros.
Scherer alcanzó a Durazo y le dijo —palabras más o menos—: Don Arturo, no se enoje hombre.
A lo que el policía respondió: Usted me gusta para puto y me lo voy a
coger.
Y Scherer contraatacó: Si es con violencia, con fuerza bruta, me podrá
coger, pero si es con la fuerza de la inteligencia, yo me lo cojo a usted.
Eso dice que sucedió, a grandes rasgos, el exdirector de Proceso.
Lo curioso aquí es que Durazo, con sus palabras, queda marcado como un
individuo con graves tendencias homosexuales… ¿También Scherer? Su respuesta fue un grave error. Podía haber dicho: “Esos son sus gustos, no los
míos”, por dar un ejemplo.
La actitud de este periodista también lo califica porque transcurrió mucho tiempo entre el día en que sucedieron los hechos descritos y el momento en que los escribió, no fue irreflexiva, los publicó. Adoptó la actitud de "Yo soy más macho que tú". Hay quienes tienen la idea de que en una relación sexual entre hombres sólo el sujeto pasivo es homosexual, pero están equivocados, el activo también lo es. Lo mismo sucede con los albures mexicanos. El borrachito de cantina que
abraza a su compañero de juerga y con palabras de doble sentido le dice que lo
va a poseer. Los conductores y cómicos de la televisión que lanzan albures sin
medida y a quien se deje —también al que no se deje—.
Para que el albur tenga validez debe ser dirigido de un hombre a otro,
de otra manera no es albur.
En la cantina, o donde sea, el que va ganando la partida de dominó les
dice a los otros: “ya me los cogí”. No es albur, pero tiene el mismo sentido y
cuando se da entre hombres lleva, evidentemente, una connotación
homosexualoide.
Hay muchísimos ejemplos, pero no se trata de hacer un catálogo de
albures. El caso es que tanto el payaso Brozo, como los borrachitos y en
general, igual que todos los que emplean ese doble sentido, caen en la conducta
homosexualoide.
¿Sucede más en México, entre los “machos”, que en otros países?. Parece
ser que el albur, específicamente, es propio de México solamente, o en mayor
medida. Hay quienes lo tienen a flor de labio y lo utilizan a toda hora del día
y en cualquier conversación, porque creen —dicen— que son muy
ingeniosos, que tienen una gran agilidad mental, pero no es así.
Lo que pasa, simplemente, es que en el ambiente en que se desarrollaron
comenzaron desde niños a utilizarlo y ya forma parte de su vocabulario, es
parte de su personalidad. Y no pueden dejar de alburear a cada palabra que
escuchan.
Tal costumbre se da sobre todo en la clase media baja, pero no está
determinada tanto por el estrato social como por la mala educación –diría
Pedro Almodóvar—. Esa costumbre que con pocas lecturas ha llevado cada
vez más hondo al alburero y ha determinado un léxico propio del mal gusto.
Cuando al hablar se utilizan groserías una tras otra se cae entonces en
la coprolalia, que es un problema psicológico, por no llamarle enfermedad,
porque en realidad se está agrediendo a los que escuchan.
Pero volvamos al doble sentido del albur, con fuerte tendencia homosexualoide.
Todos tenemos “tendencias” homosexualoides, en mayor o menor medida,
pero lo predominante es la personalidad heterosexual. Hay homosexuales de
diversos tipos y por diversas causas: la bailarina de ballet, que se siente más
identificado con la mujer; el que tiene una voz muy masculina y sin embargo le
gustan los de su propio sexo; y en general, los que dicen que tienen cuerpo con
determinado sexo, pero alma del opuesto.
La personalidad se forma en los primeros siete años de vida, por eso
Santiago Ramírez decía que “Infancia es destino”, “El troquel temprano”. El
psicoanalista ortodoxo dice al posible paciente con tal problema que la
homosexualidad no tiene cura. El paso anterior es la paranoia, defensa contra
la homosexualidad con sus ingredientes de delirio de persecución y delirio de
grandeza.
Los hay que creen que son homosexuales porque fueron violados de
pequeños y luego descubren que no lo son y también se da el caso contrario, los
que descubren que les gustan los del mismo sexo de manera fortuita, cuando ya
inclusive están casados con alguien del sexo opuesto.
La personalidad no puede ser catalogada como normal o anormal, en virtud
de que el mundo es un manicomio suelto, pero de un sujeto sí se puede decir que
es más “yoico” o menos “yoico”; en otra palabras, más cercano al yo y en
consecuencia a lo que comúnmente llamamos “normal”, o menos cercano al yo y por
lo tanto con algún tipo de neurosis más aguda.
De la misma manera que con agua y comida alimentamos el organismo, con
albures y dobles sentidos se alimentan las tendencias homosexuales y tal vez
algún día, hasta por accidente, se puede caer en la homosexualidad de lleno.
Claro, para eso hace falta cargar con las multimencionadas tendencias. Para allá
pueden estarse encaminando los albureros.
Y por lo que a la coprolalia se refiere, siempre es mejor hablar con
propiedad, se enriquece el idioma, se sienten mejor aquellos a los que nos
dirigimos y crecemos todos, los que hablamos y los que nos escuchan.
Se escribe como se habla, dice el dicho y por nuestras palabras seremos conocidos, evaluados, sean escritas o habladas. |